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01 Septiembre 2014

Doctor Alberto Berguer Sández, jefe del Servicio de Cirugía Maxilofacial del Hospital Clínico Universitario San Carlos

“La Cirugía Oral y Maxilofacial española es un referente dentro y fuera de Europa”


El próximo mes de noviembre le llega el momento de su jubilación como jefe del Servicio de Cirugía Maxilofacial del Hospital Clínico Universitario San Carlos, de Madrid, y como profesor de cirugía. ¿Cómo valoraría su etapa al frente de este servicio hospitalario?

Ha sido una experiencia muy satisfactoria. Cuando llegué a este hospital sólo existía una consulta de cirugía bucal ambulatoria. Me dieron un presupuesto especial y amplios espacios para montar el Servicio. Mis años de trabajo en otros servicios, con distintos niveles de responsabilidad, y mis experiencias anteriores como jefe me permitieron conseguir unas consultas externas bien estructuradas, ya que éstas son claves en la labor diaria, toda vez que en las mismas se hacen más de 2.500 intervenciones con anestesia local al año. La planta de hospitalización y los quirófanos responden a la organización general del centro; nosotros atendemos el quirófano todos los días.
¿Por qué decidió ser cirujano oral y maxilofacial cuando aún no era ni una especialidad reconocida oficialmente?
En realidad me viene de tradición. Mi abuelo Germán Berguer fue cirujano dentista a finales del siglo XIX en A Coruña. Siguieron la estela, en los años treinta del pasado siglo, mi padre y un hermano suyo como odontólogos, y otros dos tíos míos como protésicos. Por mi parte, hice Estomatología, que era el equivalente a Odontología. Mi otro abuelo fue, a principios del siglo XX, cirujano general y tuvo dos hijos también médicos. 
Estudiando Medicina en Santiago de Compostela fui ayudante de un pionero de la cirugía infantil, que también sería mi cuñado, el doctor Moreno de Orbe, que despertó aún más mis ansias quirúrgicas. En la Escuela de Estomatología de la Universidad Complutense de Madrid descubrí la cirugía bucal con el doctor Ángel Pascual, profesor ayudante de la cátedra de Estomatología Quirúrgica, que operaba la cirugía bucal ambulatoria de los pacientes del Hospital La Paz en el pabellón ocho de la Ciudad Universitaria. Entré de residente en el Hospital La Paz en 1972 y en 1977 tuvimos la alegría del reconocimiento oficial de la especialidad.
De toda su trayectoria profesional, ¿de qué logros se siente más orgulloso?
Estoy muy orgulloso de haber conseguido un equipo de profesionales con una alta cualificación, de que en nuestro Servicio se practiquen las técnicas más avanzadas de la especialidad y de que esté reconocido entre los mejores del país.
¿Qué futuro le vaticina a la Cirugía Maxilofacial? 
Creo que el futuro es bueno, tanto por el gran desarrollo geográfico adquirido por la especialidad como por la cualificación de sus profesionales. Están evolucionando mucho los diagnósticos con las nuevas pruebas de imagen, sobre todo como predictivas de la cirugía ortognática, y la planificación en 3D para reconstrucciones maxilares. También la artroscopia tiene horizontes nuevos, las técnicas implantológicas evolucionan muy rápido y las de autotrasplantes, con las reconstrucciones microquirúrgicas, se emplean cotidianamente.
Además de la parte asistencial, usted ha sido el maestro de muchos doctores –una gran parte de ellos le considera su referente–. ¿De qué manera ha completado la docencia su práctica clínica?
Como docente de pregrado desde 1975 siempre estuve vinculado a la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. La formación posgraduada, mediante el sistema MIR, también ha estado ligada en todo momento a los servicios en los que trabajé. Pero esta labor, en un servicio como el nuestro, es una responsabilidad cotidiana de todos y cada uno de los miembros que componen el staff, junto con los tutores y la supervisión del responsable. Cuando terminan la residencia estos nuevos especialistas y se incorporan a la actividad de otros servicios, en otros puntos de nuestra geografía, nos enteramos por sus responsables de que son especialistas muy cualificados. Estas valoraciones son muy agradables y nos hacen sentirnos muy orgullosos. Hay que tener en cuenta que quienes acceden a las plazas de Cirugía Oral y Maxilofacial han tenido que obtener una nota alta en el MIR, lo que de por sí es una garantía del personal que hemos de entrenar.
Como profesor del pregrado de Medicina, ¿percibe grandes diferencias entre la formación que usted recibió en los años sesenta y la que hoy se imparte?
Se han producido muchos cambios, empezando por el propio acceso a los estudios. En la década de los sesenta había muchas posibilidades de elegir la carrera que querías, y ahora no es así. Además, terminada la licenciatura, era relativamente fácil encontrar una plaza para formarte en la especialidad que querías hacer. Hoy en día, nuestros estudiantes, aunque ahora se acabe la selectividad –craso error–, tienen calificaciones muy altas y, por tanto, han demostrado ser competitivos. En cuanto a la forma de impartir la docencia, antes en Medicina todo eran lecciones magistrales, con pocas prácticas y escaso acercamiento a los docentes. En estos momentos, la formación que reciben los alumnos es más práctica que teórica, al revés de lo que ocurría en mi época. El profesorado ya no está en un pedestal, sino que es muy accesible. Asimismo, los alumnos son mucho más reivindicativos. Con todo ello el sistema ha mejorado ostensiblemente.
Como cirujano maxilofacial ha tenido una interesante labor en el mundo de la investigación. ¿Qué proyectos destacaría de su dilatada trayectoria?
He dirigido varios proyectos de investigación y en otros he participado dentro del equipo investigador. Unos han dado lugar a tesis doctorales, otros a publicaciones nacionales o internacionales, pero tal vez los más atractivos para mí han sido aquellos en los que se han abordado diferentes aspectos del dolor. En el momento actual estamos diseñando un proyecto sobre el efecto a las ondas de choque en diversos aspectos de la cirugía bucal.
Además de escribir varias obras, usted ha publicado muchos artículos y ha participado en numerosas reuniones de cirugía maxilofacial y estomatología. ¿Entiende que un buen profesional médico debe compartir sus trabajos con el resto de la comunidad científica?
Sin duda, los artículos científicos, como las aportaciones de diverso tipo que se pueden hacer en los encuentros científicos, en sí mismos suponen una obligada transmisión del conocimiento, que al tiempo está debidamente articulada con el hecho de que esos méritos forman parte del currículo profesional, lo que invita a las aportaciones profesionales.
Usted ha sido presidente de la Sociedad Española de Cirugía Oral y Maxilofacial (SECOM) y de la Comisión Nacional de Cirugía Maxilofacial, entre otros muchos cargos. ¿Por qué se implicó en la defensa de la especialidad? 
Desde que era residente estuve formando parte de la SECOM, como debiera hacer cualquier profesional en su especialidad, y en un momento determinado los compañeros consideraron que debía estar dirigiéndola, lo que representó un gran orgullo para mí. También estuve muchos años en sociedades de otras especialidades que tengo, como la Estomatología o la Cirugía Plástica y Reparadora, y en aquellas cuyo ámbito compete a especialistas de distintos campos, como la Sociedad de Cara y Cuello. En la Comisión Nacional trabajé muchos años, antes y después de ser presidente, haciendo los programas de formación que siguen nuestros actuales especialistas, lo que era apasionante. En la Unión Europea de Médicos Especialistas (UEMS), organismo asesor de la UE, en la sección monoespecializada de Estomatología y Cirugía Maxilofacial, estuve unos años coordinando la formación de los especialistas europeos.
¿Está la Cirugía Maxilofacial en el lugar que a usted le gustaría?
Creo que la Cirugía Oral y Maxilofacial española es un referente dentro y fuera de Europa, prueba de ello es que todos los años recibimos a muchos visitantes, tanto médicos como dentistas, sobre todo de países latinoamericanos. 
¿Cómo entiende la convivencia de la Cirugía Maxilofacial y la Odontología?
En realidad, la Cirugía Oral y Maxilofacial nació en los años cincuenta del siglo pasado a iniciativa de un grupo de estomatólogos capitaneados por el doctor Víctor Sada, al que se fueron uniendo otros profesionales de Madrid y de muchas otras ciudades españolas. Esto sucedió después de los primeros “pinitos quirúrgicos” iniciados por el profesor de Odontología Bernardino Landete y sus seguidores, entre ellos mi padre. 
Me siento tan unido a ambas disciplinas que desde siempre en mi hospital, además de impartir Patología Quirúrgica Oral y Maxilofacial a los alumnos de Medicina, damos clases prácticas a los alumnos del título propio de Cirugía Bucal e Implantología de la Facultad de Odontología de la Universidad Complutense de Madrid. Asimismo, colaboramos estrechamente con los posgrados de la clínica Gingiva, del doctor Javier García Fernández, y también acuden permanentemente a la Sección de Cirugía Bucal de nuestro Servicio visitantes odontólogos. Entiendo que dentro de la formación en Cirugía Oral y Maxilofacial de cinco años debe haber una parte reglada de formación odontológica –lo que no se pudo conseguir con las facultades públicas de Odontología–. Eso es mucho más importante –la formación odontológica– que el hecho de que se nos implique ahora dentro de la troncalidad de Cirugía, que nada va a aportar a nuestros futuros especialistas, tanto porque merma la formación específica como por la frustración que supone el no poder elegir la especialidad deseada hasta terminada la misma.
¿Entiende o comparte que se deseen especialidades odontológicas; entre ellas, una de cirugía bucal?
Históricamente, en los países de nuestro entorno las únicas especialidades odontológicas reconocidas en un principio fueron la Ortodoncia y la Cirugía Bucal, aunque hoy en día ya existen otras en algunas naciones. Pero también es cierto que, cuando se crearon, en estos países no existía la Cirugía Oral y Maxilofacial. 
Una cosa es que responsables docentes e incluso algunos colegiales, dentro de sus diferencias, reclamen esa especialización y otra diferente es plantearnos dónde obtendrían la formación adecuada. En mi opinión, sencillamente tendrían que impartirla los servicios de Cirugía Oral y Maxilofacial y, por ende, los hospitales públicos, que son los que tienen el volumen de pacientes necesarios para conseguir el adecuado entrenamiento.
Aunque hace veinte años, usted fue presidente del Consejo General de Colegios de Médicos y presidente del Comité Permanente de Médicos de la UE, además de otros cargos. ¿Qué le ha aportado el mundo político-profesional a su trayectoria?
En la Organización Médica Colegial (OMC) estuve 16 años en distintos cargos, comenzando con mi representación de los médicos de hospitales. Las cosas surgen a veces en un momento poco oportuno, pero estás en una organización y te debes a tus colegas, y así llegué a la presidencia. En un lapso de tiempo breve también se convocaron elecciones al Comité Permanente de Médicos de la entonces Comunidad Económica Europea (CPMCEE), como así se llamaba a la organización de Colegios, Órdenes y Asociaciones que representaba en cada país a los médicos europeos. Pensé que sería buena la candidatura española, por lo que pudiera aportar de influencia del sector profesional ante la Unión Europea, y con gran sorpresa ganamos esas elecciones y la presidí los dos años que dura un mandato. ¿Por qué ese empeño? Porque desde finales de los ochenta representaba a España como experto en el Comité de Formación Médica de la UE, que articulaba las enseñanzas de todos los países de la zona, y valoré la importancia que también tenía el Comité Permanente como órgano asesor de la UE. Todas estas organizaciones internacionales me dieron una visión más real de la situación médica en España y Europa, perdí complejos de pertenecer a un país “atrasado” y conseguimos impulsar y ser ejemplo en muchas decisiones que se fueron tomando en el ámbito profesional.
Usted también cuenta con el título de “director y gerente de hospitales”, de la antigua Escuela de Gerencia del Ministerio de Sanidad, y fue secretario general de la sociedad científica de directivos sanitarios. ¿Qué le llevó a ello? 
En esa época de los años setenta y ochenta no tenía consulta privada y disponía de más tiempo libre. En esos años, empezaba con mis representaciones hospitalarias en el ámbito colegial y frecuentemente, desde la huelga de hospitales de 1977, teníamos reuniones y tensiones con los responsables del Ministerio de Sanidad. Percibí unas carencias técnicas ostensibles sobre la infinidad de temas que abordábamos y que rodeaban al complejo mundo hospitalario. Fue tan positiva la experiencia que después me quedé dos años de profesor. 
 
¿Cómo será su vida a partir de ahora? 
Mi vida va a cambiar por las mañanas, al dejar las responsabilidades del hospital, pero no va ser más ociosa de lo que es; sigo teniendo muchos proyectos, unos inconclusos y otros por hacer, que son muy apasionantes. Además tendré mucho más tiempo para atender mi consulta privada, donde tengo un equipo humano excelente con el que abarcamos la cirugía, la odontología general y la ortodoncia; asimismo, operamos los casos que precisan cirugía mayor en el Hospital Ruber Internacional de Madrid. La entrada en el mercado docente de las facultades privadas de Odontología, la falta de regulación del numerus clausus y el consiguiente exceso de licenciados, la irrupción de los seguros dentales, la crisis económica, el paro o el empleo precario han cambiado este sector hasta límites insospechados, lo que exige reinventarnos o sucumbir. Por mi parte, no es malo que con los años, por bien que uno esté, baje un poco el listón de mi actividad y tenga una vida profesional más pausada.

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